La salud mental: Un concepto dinámico.
La salud mental, tal como la define la OMS, es un estado de bienestar que permite a las personas hacer frente a las tensiones de la vida, desarrollar su potencial, trabajar de forma productiva y contribuir a su comunidad. Sin embargo, la construcción de la salud mental no es un proceso estático, sino dinámico, fluctuando según las experiencias y el entorno.
Como sociedad, hemos comprendido mejor el papel de la familia en el desarrollo socioemocional de los niños. Sin embargo, estamos empezando a descubrir cómo el aula también es un entorno clave en la construcción de la salud mental. Los niños y adolescentes pasan una cantidad significativa de su tiempo en las instituciones educativas, lo que convierte al aula en un lugar estratégico. Aquí es donde los docentes juegan un papel esencial: el aula no es solo un espacio de aprendizaje académico, sino un ambiente donde se moldean factores protectores que promueven el bienestar emocional y previene trastornos, objetivos fundamentales para la salud mental.
Las características personales como la autoestima, las habilidades sociales, la capacidad de gestionar emociones y el sentido de control sobre la vida son factores esenciales que pueden reducir el riesgo de problemas de salud mental, como la depresión y las adicciones.
El docente como constructor de salud mental.
Los docentes tienen el privilegio de estar en la primera línea de contacto con los estudiantes, y su influencia va más allá del ámbito académico. Como dijo Henry Adams, “el maestro deja una huella para la eternidad; nunca se puede decir cuándo se detiene su influencia”. Los docentes tienen la capacidad de ser verdaderos agentes de cambio en la vida de sus estudiantes, especialmente en un ámbito de la salud mental. En el aula, tienen la oportunidad de fomentar un entorno de aprendizaje que no solo estimule el desarrollo cognitivo, sino también el emocional y social, creando un espacio seguro donde los estudiantes se sientan valorados y apoyados.
La salud mental de los estudiantes, en gran medida, depende de las interacciones cotidianas que ocurren en este entorno. Un ambiente del aula, donde prevalece el respeto, la seguridad y la inclusión, promueve el bienestar psicológico. Los estudiantes que perciben un clima escolar positivo experimentan menos ansiedad, depresión y otros problemas de salud mental.
Investigaciones recientes, han demostrado que la conexión con el docente, hace que los estudiantes se sientan apoyados, relacionándolos con mayores niveles de bienestar y menor riesgo de sufrir problemas emocionales. Esta relación de apoyo es un factor protector clave en el desarrollo emocional de los jóvenes.
El estímulo educativo como promotor del desarrollo integral. La neuroplasticidad, es decir, la capacidad del cerebro para reorganizarse y formar nuevas conexiones, se activa en gran parte gracias a los estímulos que los estudiantes reciben en el aula. El docente, con su tono de voz, sus miradas y su forma de interactuar, puede fortalecer estas conexiones, favoreciendo el desarrollo de redes neuronales que contribuyan al bienestar emocional y cognitivo del estudiante.
Un docente que adopte un enfoque neuroeducativo, que entienda cómo el cerebro interactúa con el entorno para moldear la personalidad y las emociones, puede ser una fuerza transformadora en la vida de los estudiantes. A través de su apoyo emocional, su capacidad para fomentar la autoestima y su habilidad para generar un ambiente de aprendizaje seguro y estimulante, los docentes pueden actuar como agentes de cambio, no solo en el desempeño académico de sus alumnos, sino en su bienestar emocional a largo plazo.
Uno de los conceptos más importantes en el desarrollo de la salud mental es el de resiliencia. Según Boris Cyrulnik, un reconocido psiquiatra y estudioso de la resiliencia, esta no es solo la capacidad de recuperarse de un trauma, sino de crecer a partir de él.
La resiliencia, entendida como la capacidad de superar la adversidad y adaptarse positivamente a los cambios, es una de las habilidades más importantes que los docentes pueden ayudar a desarrollar en sus estudiantes.
Anna Forés y Jordi Grané, en su trabajo sobre resiliencia generativa, destacan que “resiliar” no es solo sobreponerse a una adversidad, sino generar nuevos futuros y opciones. Este enfoque es crucial en el contexto educativo, donde el papel del docente no es únicamente transmitir conocimientos, sino también crear experiencias significativas que permitan a los estudiantes desarrollar herramientas para enfrentar la vida. Educar en resiliencia significa, entre otras cosas:
- Personalizar el aprendizaje: Respetar la diversidad neurocognitiva de los estudiantes, sus culturas y necesidades individuales. La enseñanza debe ser flexible y adaptativa, permitiendo que cada estudiante alcance su máximo potencial.
- Incorporar el humor: El humor es una herramienta poderosa en el aula. No solo hace que el aprendizaje sea más ameno, sino que también actúa como un factor protector frente al estrés, promoviendo un ambiente de bienestar emocional. Como diría Víctor Borge, “la risa es la distancia más corta entre dos personas” y, en el aula, puede ser la clave para acercar a los estudiantes a una mejor salud mental.
- Generar vínculos auténticos: La relación entre docente y estudiante es fundamental para el desarrollo de la resiliencia. Los estudiantes que sienten que sus maestros se preocupan por ellos tienen más probabilidades de superar las dificultades y enfrentar los desafíos con una actitud positiva.
Reflexión Final: Los docentes pueden hacer la diferencia.
El papel del docente en la construcción de la salud mental es clave. Todos los docentes tienen en sus manos el poder de transformar el aula; esta no es solo un lugar donde se transmiten conocimientos académicos, sino un espacio donde se moldea el carácter, se forjan vínculos y se desarrollan las habilidades emocionales. Los docentes tienen en sus manos la oportunidad de transformar la vida de sus estudiantes, creando un entorno seguro y estimulante que favorezca tanto el aprendizaje como el desarrollo de una “salud mental robusta y flexible”.
En palabras de Paulo Freire, “la educación no cambia el mundo, cambia a las personas que van a cambiar el mundo”. Así, los docentes, como agentes de cambio, no solo contribuyen al desarrollo intelectual de los estudiantes, sino que construyen los cimientos para una vida plena, cognitivamente estimulada, emocionalmente estable y resiliente.
Fabian Román,Médico.Especialista en Psiquiatría.Neurociencia Cognitiva.