El triste destino de las marcas con las que descubrimos la tele en color

Las grandes firmas europeas y japonesas como Thomson, Sharp, Telefunken, Grundig, Blaupunkt o Sanyo son ya solo nombres comerciales en manos de conglomerados chinos

RAMÓN MUÑOZ | ELPAIS


Anuncio de los televisores Thomson, con Andrés Pajares y Fernando Esteso, en 1984

Coincidiendo con la llegada del color a la televisión en España en los años setenta, cruzaron la frontera un alud de marcas de televisores. El advenimiento poco después de los reproductores de vídeo VHS (El Mundial de fútbol en España, en 1982, supuso el "boom" de ventas de los VHS y el denostado Betamax, ¡qué tiempos!) sirvió a estas firmas para que se afianzaran aún más en los hogares. Sus pantallas se contemplaban como un símbolo de progreso tecnológico sin parangón en aquel país aislado de cazadoras coreanas y pantalones de campana. Casi todas procedían de Alemania y de Japón. Contaban con fábricas propias y no daban abasto para atender una demanda cada vez más creciente y entusiasta. Poseer uno de sus aparatos era un símbolo de estatus en la España que estaba a punto de alumbrar la Transición. Thomson, Sharp, Telefunken, Grundig, Blaupunkt, JVC, Sanyo, Westinghouse, Philips, Toshiba…¿se acuerdan?

Hoy en día, y aunque parezca mentira, casi todas sobreviven, pero su presencia es residual. La mayoría solo conserva la marca registrada cuyo uso comercial ha sido adquirido por grandes conglomerados electrónicos chinos como TCL o Hisense o el turco Vestel. Detrás ya no hay ni factorías ni tecnología propia. Y ni siquiera se anuncian.

Actualmente, el mercado de los televisores está dominado por marcas asiáticas que o no existían o apenas se conocían cuando los gigantes europeos dominaban las ventas de la pequeña pantalla en los estertores del siglo XX. Las coreanas Samsung y LG y, a mucha distancia, la japonesa Sony, conforman hoy un triunvirato que domina el 40% de las ventas mundiales de televisores. Por detrás, están los gigantes chinos Hisense y TCL pero, como ocurre con los teléfonos móviles, su crecimiento en los últimos años es tan espectacular que nadie puede estar seguro de que pronto no destronarán a sus rivales coreanos.

Pero ¿qué fue de las marcas con las que descubrimos la televisión en color? Esta es su melancólica y sucinta historia:


Televisores Samsung QLED 8K, de 2019

Thomson

Fundada por un ingeniero estadounidense (Elihu Thomson) a finales del siglo XIX, pero pasó a ser una compañía pública francesa electrónica. Entre sus hitos históricos está la primera transmisión en vivo de un programa de radio en 1922, las primeras patentes para tecnologías de radar en 1934 o la emisión de Eurovisión exclusiva de la coronación de la reina Isabel de Inglaterra en 1953.

Sus mayores aportaciones en el campo de la televisión fueron la invención de la Secam, la primera norma europea de televisión en color, y el primer televisor con conexión a Internet. En España fue unas de las marcas más potentes en popularizar el color. El anuncio con el eslogan “no compre un televisor sin ton ni son. Compre un Thomson”, protagonizado por Fernando Esteso y Andrés Pajares, se hizo enormemente popular (viral, que diríamos ahora).

Pese a ello, en los noventa entró en un declive imparable. En 1995, el Gobierno conservador de Alain Juppé quiso deshacerse de ella por el simbólico precio de un franco para librar al tesoro público de sus fuertes pérdidas. Finalmente, la empresa china TCL International Holding la adquirió, para comercializar bajo su marca y la de Piooner —otra histórica en decadencia— los televisores que vende en Europa. No obstante, sus días pueden estar contados, porque TCL cada vez está más presente en el mercado europeo con su propia marca.

Sharp

Su origen fue un taller de hebillas fundado en 1912 en Tokio que luego pasó a vender “lápices siempre afilados” (ever-sharp, en inglés), de donde tomó el nombre. Tras la Segunda Guerra Mundial se convirtió en uno de los primeros fabricantes de televisores del mundo. Introdujo la tecnología LCD y en 2015 presentó el primer televisor 8K, cuando el resto aún perfilaba la alta definición del 4K. Ya entonces estaba acuciada por problemas financieros hasta que en 2016 salió en su rescate la taiwanesa Foxconn, que adquirió el 66% del fabricante japonés por 388.800 millones de yenes (unos 3.065 millones de euros). Fue un duro golpe para el orgullo de la industria electrónica nipona que veía cómo uno de sus emblemas caía en manos chinas. No en vano, Foxconn es el mayor fabricante de equipos electrónicos del mundo. Fabrica o ensambla los iPhones y los iPads para Apple, así como Kindle, PlayStation, Xbox y las cámaras GoPro, entre otros muchos.


Una limpiadora de hotel ve en un televisor Grundig la boda real
del príncipe Felipe y doña Letizia, en 2004. CARLES FRANCES

Grundig

Surgida de las cenizas industriales de la Segunda Guerra Mundial, se hizo un hueco gracias a sus equipos de radio, aunque llegó a ser el mayor fabricante de televisores del mundo a finales de los sesenta. Su marca era símbolo de la ingeniería alemana y sus modelos estaban entre los más exclusivos en España (su lema publicitario era “Grundig, caro pero el mejor”), donde llegó a tener fábrica propia. En 2004, fue adquirida por el grupo turco Arçelik que la ha incorporado a su catálogo de marcas de electrónica de consumo (Beko, Defy, Arctic, Blomberg, Elektrabregenz, Leisure, Flavel y Altus).

Telefunken

Telefunken es otra joya histórica de la industria electrónica alemana. Nacida en los albores del siglo XX fue pionera en el desarrollo de la ingeniería de radio y la comunicación inalámbrica. En los setenta, se convirtió en una de las marcas más vendidas gracias a sus primeros televisores en color basados en el sistema PAL. Fusionada con AEG, se transformó en un gigante industrial con 125.000 trabajadores, de los que 3.000 eran españoles, al punto que su quiebra en 1982 supuso una tragedia para la entonces República Federal Alemana. En 2005, se creó la empresa Telefunken Licenses GmbH, con el único fin de conceder licencias para el uso del nombre comercial. Actualmente, unas 35 empresas se han asociado a esta alianza, pero las ventas de sus productos, que solo tienen en común la denominación, son residuales.


Anuncio del televisor Telefunken con sistema PAL.

Blaupunkt

Blaupunkt tiene una historia muy similar a la de Telefunken. Nacida en 1923 en Alemania, desarrolló aparatos de radio y auriculares, aunque en la historia moderna destacó por sus dispositivos para coches, siendo la primera marca que produjo una radio (1932) y un reproductor de CD para automóvil (1983). Sus televisores eran de gama media pero resultones, sobre todo para esa clase trabajadora que no podía permitirse un Philips o un Grundig de muchas pulgadas. Controlada hasta 2008 por los también alemanes Bosch-Siemens, se vendió al grupo inversor Aurelius AG. No tardó en trasladar la producción a terceros fabricantes —principalmente chinos— hasta que en 2016 fue declarada en quiebra y se liquidó. Pero como Telefunken, su propietario creó en 2010 una comunidad de marca (Marca Internacional Blaupunkt) para que cualquier fabricante electrónico pueda licenciar y producir productos bajo su denominación. Son televisores baratos que se producen principalmente en India y China.

Sanyo y Toshiba

Sanyo empezó como fabricante de lámparas para bicicletas. En la década de los cincuenta despuntó en el terreno de la radio (fabricó la primera de plástico) pero lo que le dio fama fueron sus reproductores walkman. Fabricó también televisores hasta que en 2009 Panasonic compró la empresa y dedicó su marca a comercializar televisores en zonas donde no estaba presente. Como tantas otras marcas, ahora busca sobrevivir gracias al acuerdo con Roku TV, que les proporciona el sistema operativo a sus televisores (una especie de Android de la televisión), evitando los gastos del desarrollo.

La también japonesa Toshiba ha vivido una similar singladura. Desgajada del conglomerado industrial que fabricaba desde ordenadores a equipos de aire acondicionado, su división de televisión fue adquirida por la china Hisense a finales de 2017.

 

 

 

 


Anuncio de los televisores Philips, en 1960, protagonizado por Carmen Sevilla.

Philips

El caso de Philips es quizás el más paradigmático. Introductor en España de los primeros televisores en blanco y negro, durante tres décadas, la firma holandesa estuvo en todo lo alto del sector. Pero las fuertes pérdidas por la competencia de los nuevos actores asiáticos, le llevaron a detener la producción en 2010 y a vender la marca un año después a la china TP Vision. Por su parte, la japonesa Funai le compró en 2013 el negocio de audio, vídeo y accesorios. De esta forma, Philips es ya solo un nombre comercial. La auténtica empresa de los Países Bajos se dedica a salud, alumbrado y pequeños electrodomésticos.

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